domingo, 1 de noviembre de 2009

Con la pipa de Van Gogh

Intentar huir
y sentir que te atoras
al querer atravesar esa puerta
aquella misma que adorna la pared
con su madera lustrada
con su manija de bronce
con sus llaves y sus trancas.

Intentar abrir
un hueco en la pared
esa pared empapelada
de un beige tan delicado
con rositas rococó
con no me olvides azules
con la silla de Van Gogh.

Intentar sentir
que te rompes la muñeca
que los nudillos te sangran
y esa silla sigue allí
con su paja
con su pipa
con su más tierno matiz.

Intentar reir
de ese sueño atrapante
ridículo y seductor
cuando logres despertar
con el dolor
con la sangre
con la pipa de Van Gogh.

Mir


La noche del 23 de diciembre de 1888 Gauguin y Van Gogh tuvieron una
fuerte discusión. Su tensa relación, iniciada en octubre, alcanzó el
culmen cuando Vincent amenazó a Paul con un cuchillo. Gauguin decidió
abandonar la Casa amarilla y alojarse en un hotel con intención de
regresar a París. Vincent, convencido de su culpabilidad y para
solucionar el conflicto, decidió arrancarse el lóbulo de la oreja y
enviárselo a su amigo en señal de arrepentimiento. Gauguin abandonó
definitivamente Arles y Vincent fue internado en un hospital local.
Esta obra debió realizarse al poco tiempo de marcharse Gauguin;
comparada con su compañera - la Silla de Gauguin - muestra la
diferencia entre ambos artistas. Vincent se conforma con una silla de
paja sobre la que deposita su vieja pipa y su rollo de tabaco; al
fondo podemos contemplar una caja - en la que estampa su firma - de la
que salen brotes de cebolla para reafirmar su sencillez. El artista ha
empleado una perspectiva elevada para su silla, perfectamente dibujada
al marcar las líneas de los contornos con un fuerte trazo de color
oscuro, siguiendo el "cloisonnismo" de los simbolistas. Toda la
perspectiva se anula con la pared del fondo, pintada en tonos azules
mientras que el suelo embaldosado recuerda al Quattrocento.
Precisamente ese suelo está contemplado en otra perspectiva, mezclando
diferentes puntos de vista como hacía Degas. Las pinceladas empleadas
por Vincent no son tan vigorosas como en otras obras; sin embargo, en
la zona del suelo se puede apreciar el empaste de color, igual que en
parte de la pared y las patas de la silla. Respecto a los tonos
utilizados, son los preferidos por el pintor: amarillos y azules
predominan en una composición llena de melancolía y tristeza por haber
perdido aquello en lo que tanto empeño había puesto: la creación de la
Comunidad de Autores del Sur. Con la marcha de Gauguin su deseo se
veía remitido al fracaso. Pero también hay cierta esperanza en la
escena al desarrollar Vincent toda su capacidad creativa en la corta
vida que le resta.


No hay comentarios:

Publicar un comentario